
Para Liz, Katy y Yuli...
Con cariño, aunque igual no importa
Estuvo preso unos diez años,
pero nunca lo atraparon.
Crecimos huérfanas del dolor,
a los pies el abismo ante mis ojos, sus manos.
Con un beso de agua tibia en la frente se despidió de la menor
y con los ojos furiosos por delante.
Ella tenía unos dos años cuando fue sentenciado
por el juzgado de nuestra fe ciega.
Padeció y fue sepultado por la rigidez de la madre.
Nosotras crecimos en el desierto y nos hicimos uno.
La menor, era el espíritu,
la segunda, el cuerpo, yo era la sangre.
Cada una inmaculada ante los dientes
que escupían majaderías y reclamos.
El barranco ante mis pies.
Cuando volvió a casa,
regresó un poco más viejo, más flaco.
Después, ya no pude sorprenderme.
Dejamos de ser fantasías torturadas de millones de amantes,
para ser
- por primera vez -
sus hijas.
Hoy la menor ya no llora.
Y quien crea que todo esto es un pretexto,
déjenme decirles que están muy equivocados.



Fotos de Yuliana García
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