Pongámonos un poco en el contexto histórico de este tipo de fotografía antes de emitir cualquier juicio de valor. El siglo XIX, fue un siglo de constantes guerras y transformaciones: políticas, tecnológicas y científicas que propiciaron innumerables guerras. La sociedad occidental de la época eran familias en su mayoría de escasos recursos y con muchos hijos, y que su vez tenía una taza muy grande de mortandad infantil. La muerte en aquel siglo era vista más como algo sentimental, algo natural y sobre todo inevitable, más que como algo tabú (algo de lo que no se debe hablar). En el seno de una familia de clase media o baja, era muy común que cuando moría una persona, se organizaba una sesión fotográfica en un estudio de la localidad para retratar a la persona fallecida. En la mayoría de los casos, a pesar de ser una tecnología nueva, una fotografía con el difunto era mucho más barato que encargar a un artista un retrato, pues no todas las familias podían costearlo. Esta fue una de las razones por las cuales se llevaba a cabo esta práctica. Al momento de morir, la mejor manera de rendirle un tributo respetuoso y duradero al fallecido, era una fotografía post mortem.
Al principio, las fotografías a difuntos se hacían en sus propios lechos, presentando a la persona recostada sobre su cama o un sillón, con los ojos cerrados como si estuviesen durmiendo. Estás fotografías podían ser con sus familiares o solo retratos del pecho para arriba, a manera de bustos.
Más adelante se buscó incorporar a los fallecidos en fotografías más dinámicas y ponerlos en posiciones como “si estuviesen vivos”, vistiéndolos con sus ropas –sobretodo, cuando fueron militares o religiosos - y para ello, se crearon complejas estructuras para poder poner al cuerpo, la cabeza o los brazos sin que caigan. De esta manera nos encontramos fotografías fascinantes donde apenas podemos distinguir al difunto de los vivos y donde el talento del fotógrafo sale a relucir al componer una imagen que, a pesar del sobrecogimiento que produce, es hermosa y llena de vida. Debido a los largos tiempos de exposición, que duraban entre 5 y 10 minutos, la fotografía a difuntos lograba una nitidez impecable.
De esta época también datan las “fotografías de angelitos”, nombre que se le dio a los difuntos niños o bebés, que fueron muy comunes debido a gran tasa de mortalidad infantil. Madres con su niño en brazos, fotos de bebés “dormidos” en su cuna o con sus hermanos vivos, imágenes que ahora nos parecen tétricas, pero que en su momento constituían un reflejo de la necesidad de la época de honrar a la persona de una manera solemne y siempre con el respeto que se merece.
Este tipo de fotografía se dejó de hacer gracias a que la tecnología avanzó y los tiempos cambiaron. Las fotografías se hicieron de exposiciones más rápidas y baratas, y las personas prefirieron retratar más momentos de la vida y más alegres. La fotografía post mortem fue vista como algo vulgar y morboso.
Este hecho llama la atención si tenemos en cuenta el marcado contraste de belleza, sensibilidad y serenidad percibida y transmitida en la tradición fotográfica post mortem, que en el fondo no reflejaba nada más que hacer pervivir en la memoria, el recuerdo de un ser querido.
Dato curioso No. 1: Un gran porcentaje de las fotografías de retratos de esa época son Post Mortem hechas con estructuras para difuntos. Muchas están tan bien hechas, que no podemos distinguir cuáles sí y cuáles no lo son.
Dato curioso No. 2: En la película “Los Otros” de Alejandro Almenábar, el climax llega cuando se descubre una de estas fotografías.
Dato curioso No. 3: En México se hizo muy popular, el fotógrafo Romualdo García fue famoso por este tipo de fotos.delante se buscó incorporar a los fallecidos en fotografías más dinámicas y ponerlos en posiciones como “si estuviesen vivos”, vistiéndolos con sus ropas –sobretodo, cuando fueron militares o religiosos - y para ello, se crearon complejas estructuras para poder poner al cuerpo, la cabeza o los brazos sin que caigan. De esta manera nos encontramos fotografías fascinantes donde apenas podemos distinguir al difunto de los vivos y donde el talento del fotógrafo sale a relucir al componer una imagen que, a pesar del sobrecogimiento que produce, es hermosa y llena de vida. Debido a los largos tiempos de exposición, que duraban entre 5 y 10 minutos, la fotografía a difuntos lograba una nitidez impecable.
Dato curioso No. 4: La banda de rock KoRn, hace un homenaje a las fotografías post morten en su video “Insane” de 2016:
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